domingo, 20 de febrero de 2011

ULISES URSARI EN LOS AÑOS 70, parte 2

Ensamble Kumpania. Les Campignes 1932.


En 1973  Ursari tenía setenta años y un semblante de hombre sabio y a primera vista notabas su inconfundible aire gitano. En esa primera charla en la cantina me contó un poco acerca de su ensamble de música de cámara allá por los años treinta. Resulta que en su intento fallido de crear una “Escuela de música al aire libre” (de la cuál yo realicé una pequeña investigación que publicamos en la revista “Cuadernos de musicología”)(1) encontró a algunos músicos que carecían de técnica pero tenían unas ganas enormes de tocar. Ursabi los llamó su Kumpania, nombre con el que se designan a los grupos de gitanos que viajan juntos. El Ensamble Kumpania, según me contó, interpretaban repertorio del mismo Ursabi con una dotación demasiada extraña para la época. Según me dijo, los muchachos tocaban todo aquel objeto al que le pudieran sacar sonido, lo cual implica que las posibilidades eran infinitas. Había obras en las que pisaban hojas secas, junto con botellas medio llenas de agua, tinas de aluminio con una cuerda amarrada a manera de bajo, un perro que ladraba en pleno concierto, u obras en las que lo intérpretes usaban instrumentos que nunca en su vida habían tocado (el tubista tocaba la viola como dios le daba a entender en el momento).  Me imagino, por lo que me contó Ursari que sus presentaciones debían ser una experiencia muy extraña.  El Ensamble Kumpania tuvo un par de presentaciones en México y después, Ursari los logró convencer de que se embarcaran rumbo a Europa. Ulises no me explicó las razones que lo llevarían a emprender una gira en un continente en plena crisis de reconstrucción, pero intuyo que se debió en parte a que buscaba conocer el lugar donde se estaban llevando a cabo todas esas vanguardias musicales que apenas llegaban a México vía Chávez y Revueltas. 

En el primer viaje llegaron a Francia y tocaron en todos aquellos pueblos en el que les dieran alimento y hospedaje por un poco de música. Ursari tenía la experiencia de viajar como gitano desde su niñez y sabía que a los gitanos no se les quería en los pueblos porque se roban las gallinas y conquistan a las mujeres. Es por eso que decidió que se debían vestir de traje como músicos de orquesta.El Ensamble Kumpania realizó varios viajes al viejo continente entre 1929 a 1938, creo que fue el único lugar donde encontraron público para su inusual propuesta.  Al regreso de su último viaje estaban agotados y desapareció Kumpania. Tres años después Ursari creo un ensamble verdaderamente gitano que llamó Khapi Djili. Durante una gira cerca de Varsovia, Ursari fue capturado por el ejército alemán y lo recluyeron en un campo de concentración. Pocas personas tienen conocimiento de que miles de gitanos fueron exterminados junto con los judíos en la segunda guerra mundial. Yo lo supe por Ursari, aunque él nunca me contó los detalles. Parecía que era algo a lo que re-huía y yo no quise insistir. En mi última visita me regaló el libro que estaba por publicar. Se llamaba O Beng y básicamente era su historia en el campo de concentración III C.

Realicé varias visitas a la casa de Ursari y pude conocer un poco más de cerca su música. El gran problema es que muchas de las partituras contenían una gran cantidad de simbología y había perdido varias hojas con los significados de los símbolos. La única pieza de la que se pueden conseguir copias fácilmente es “Olas de Veracruz” para orquesta de cuerdas. Es una obra ligera que evoca los sonidos del puerto a través de las diferentes timbres de las cuerdas. Alguna vez realicé un pequeño análisis (2) de la obra que se publicó en esta misma revista, pero que pasó desapercibido porque nadie sabe quién fue Ursari.

En la primera plática me contó que las Kumpanias de los gitanos transmiten su historia por  varias formas, una de ellas es la música. A la historia general de la Kumpania se le llama Vurma. Ursari documentó toda la Vurma del Ensamble Kumpania en un libro que nunca publicó. Tengo que mencionar que los principios de su grupo se basan en un pequeño documento llamado “Tratado de música díscola” , del cual me gustaría reproducir un fragmento (3).

A pesar de varias sesiones en que platiqué con él, su vida y obra musical seguía teniendo partes de misterio para mí.  Continúe con mi búsqueda de otros músicos casi desconocidos y deje de frecuentar a Ursari por un tiempo. Fue hasta 1976 que lo volví a buscar para hablar acerca de Julián Carrillo (un proyecto que no he terminado hasta la fecha). Además me enteré que había publicado el libreto de su única ópera. En la cantina donde trabajaba hace tiempo que no aparecía y su antiguo departamento estaba vacío. Por un vecino del lugar me enteré que Ursari se había ido a Guadalajara. Lo estuve buscando por un tiempo pero nunca volví a saber algo de él (....)


1.- El artículo viene en el número de octubre de 1985 de “Cuadernos de musicología” de la editorial de la UNAM. Se titula: “La extraña historia de la Escuela de música al aire libre”.
2.-El análisis se puede encontrar en el número de octubre-diciembre de la revista con el título “Las desconocidas vanguardias de los años 20 : análisis de “Olas de Veracruz” de Ulises Ursari.
3.- En la revista viene el “Epílogo” de dicho “tratado”.

sábado, 12 de febrero de 2011

LA HISTORIA DE "LA COOPERATIVA LITERARIA"

La Cooperativa Literaria, versión lusitana.

José Ruiz, autor de  “La defensa de la palabra: las editoriales en el México posmoderno” escribe acerca de “La cooperativa literaria”, pequeña y fugaz casa editorial que fundó en los años 70.

“La cooperativa literaria no nació propiamente como un lugar para publicar literatura. Germán Gonzáles, mi hermano Roberto y yo editábamos  una pequeña revista de estudios de sociología y política en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. La revista se llamaba “Epojé” y era más que nada una publicación interna en la que los alumnos podían presentar algunos de sus trabajos. A finales de los años 60 en la UNAM, los estudios sociales estaban completamente impregnados de las ideas marxistas en boga, es por eso que nuestra revista llegó a parecer un compendio de propaganda socialista. Para algunos sociólogos la revista fue el ágora en el que se discutían sobre temas ríspidos como el estructuralismo o la estructura de las revoluciones científicas de Kuhn. Después de dos años de editar la revista, mi hermano, que  socializaba más con los “pachecos” de filosofía y letras, se cansó de tanta teoría y tanta discusión sociológica tan densa. Es por eso que comenzó a publicar una pequeña sección en la revista en el que incluía cuentos y poemas. Poco a poco la revista se convirtió en un híbrido en el que se podía encontrar lo mismo un ensayo acerca la “conciencia de clase” de Gramsci que un poema al estilo “beatnik de Azcapotzalco”.  Curiosamente, la parte de literatura comenzó a tener más éxito que la de estudios políticos y sociales. Es por eso que , con el apoyo de los de letras, mi hermano y yo fundamos una revista independiente de pura literatura. Germán se quedó con “Epojé” y nosotros llamamos a nuestra revista  “La Cooperativa Literaria”.

En “La Cooperativa Literaria” publicábamos a todos aquellos alumnos de la Facultad de Filosofía que sabían analizar un texto e interpretarlo de manera muy completa, pero que eran incapaces de producir algo original. A veces teníamos números llenos de “realismo mágico” literario, de émulos de García Márquez y de Carlos Fuentes. Otras veces, muy pocas de hecho, nos llegaban poemas larguísimos que parecían copias de una mala traducción de “Aullido” de Ginsberg. Al principio también publicábamos análisis literario pero llegó a ser demasiado aburrido leer un texto de 10 páginas acerca de Luis de Góngora y Argote.

Cuando cumplimos un año con la revista hicimos un concurso de cuentos en el que los textos ganadores fueron publicados en un libro. Ésta fue nuestra primer publicación como casa editora. La impresión fue financiada en gran parte por la universidad. Este hecho, posteriormente fue un problema porque la mayoría de los cuentos publicados resultaron ser de personas ajenas a la facultad de letras. De hecho, el que considero fue el mejor texto, lo había escrito un músico y periodista llamado Ulises Ursari. Su cuento se llamaba “El oso bailador” y era un relato acerca de su niñez y su padre gitano.  El cuento se incluyó en el libro pero, por presiones de la universidad, se le dio el primer premio a otro texto de un alumno de Filosofía.

En los seis años de existencia de la casa editorial, Ulises Ursari fue el autor que más publicamos.  Cuando fue a recoger los ejemplares impresos del libro de cuentos llegó con tres textos más escritos a mano. Dos de ellos se convertirían en las novelas “O Beng” y “Neshem” y el otro era una serie de cuentos que titulamos “Las historias de Gabor Janosh”.

Recuerdo que en un capítulo de Rayuela de Cortázar el que el escritor enfermo le pregunta a Oliveira que si escribe. Oliveira le responde: “no, para escribir se tiene que tener la certeza de haber vivido”. Cuando leí a Ursari me dí cuenta que se había ganado su derecho a escribir. Yo estaba seguro que en un momento dado Ursari se convertiría en famoso y podríamos presumir que nosotros lo encontramos. Sin embargo, los ingredientes que le dan a un escritor la fama son un poco de tesón y mucho de suerte. Ursari, como vería a lo largo de su vida por sus novelas autobiográficas, carecía de lo segundo.

La Cooperativa Literaria dejó de existir en 1976 debido a que no era sostenible en un país que comenzaba a presentar síntomas de una crisis en la cultura. En México tener una casa editora no es un negocio si no cuentas con el apoyo oficial. El último año me aferré con lo que pude para  incluir autores que estaban dentro de las “vacas sagradas” de la literatura mexicana. Creía que si conseguía que si lograba que   Rulfo escribiera una nueva novela, o Paz un libro de poemas para nosotros llegaríamos por la puerta grande. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano y nunca obtuvimos o generamos un escritor legitimado por la cúpula de poder. 
El último libro que publicamos fue de Ursari y era la adaptación literaria de su libreto de ópera. Irónicamente la obra se llama “Tet metav” que en español significa  “déjame morir”.

sábado, 5 de febrero de 2011

ULISES URSARI EN LOS AÑOS 70, parte 1


Dibujo de Ursari



En el número 12 de la revista “Cuadernos de Musicología” se encuentra una entrevista con el musicólogo Artemio Cienfuentes, autor del “Diccionario de músicos mexicanos alternos” .La entrevista fue realizada en 1990. Transcribo una parte del artículo en la que menciona a Ursabi.

“ Realmente el libro de los músicos alternos mexicanos fue un pequeño acto de rebeldía en una década en que la música formal mexicana buscaba una evolución. La palabra “alternativo” en el título del libro difiere del significado que se le pueda dar hoy en día. Realmente era “alternativo” todo aquel que quería rebelarse contra la escuela nacionalista, que en ese entonces estaba casi muerta. También se le nombró alternativos a todos aquellos músicos que no desarrollaron su trabajo a la sombra del gran cacique cultural Carlos Chávez. Yo no tenía, ni tengo nada en contra de Chávez, sin embargo, sé que muchas personas no le perdonan haber sido un mejor político que compositor, lo cual, en cierta forma es falso. Pues bien, el caso es que para el libro quise buscar una alternativa a los personajes de la música mexicana de estampita, del nacionalismo de postal. Repito que en los años setenta, los compositores e intérpretes comenzaban a experimentar con el sonido puro, ahí tienen el taller de improvisación y electroacústica Quanta.

…la realización de ese libro fue todo un reto porque mucha de la información acerca de estos músicos no estaba en ningún otro libro así que tuve que buscarlos en persona para que me hablaran de su vida y obra.

Mi metodología para encontrar a estos músicos “alternativos” fue muy sencilla: iba a empezar con Julián Carrillo y posteriormente con sus alumnos.  Se puede decir que Carrillo creó toda una escuela en la que sólo nos acordamos del maestro y los alumnos no lograron trascender más allá. Yo tuve la oportunidad de conocer la obra de algunos de los mejores discípulos de Carrillo como Julia Alonso, José F. Vázquez y Sofía Cancino. Esta última fue la primer compositora mexicana en escribir una sinfonía. La obra de todos ellos y muchos otros más nunca se estrenó porque no iban con la estética de la época.
Creo que más allá de crear una gran libro que documentara a todos estos músicos desconocidos (como siempre, no están todos los que son, ni son todos los que están ) la mayor ganancia fue conocer personajes interesantísimos ignorados en la historia de la música mexicana. Tuve el privilegio de charlar con compositores como Arnulfo Miramontes, la ya mencionada Sofía Cancino y Ulises Ursari. Este último fue uno de los que más trabajo me costó encontrar y que ha dejado una profunda huella en mí.

Ursari fue alumno de Carrillo en los años 20. Supe que tenía un ensamble de música de cámara que más bien parecía un grupo de música gitana. En los años sesenta no se sabía nada de su actividad musical. En la biblioteca del Conservatorio sólo encontré una obra suya fechada en 1921 que se titula “Olas de Veracruz”. Un día, un amigo escritor que había laborado en Excelsior me dijo conocía un Ursari, pero que había sido periodista policíaco en ese mismo periódico. Nunca antes había escuchado el apellido Ursari, así que me imaginé que tenía que ser el mismo. Por viejo amigo suyo del diario me enteré que a veces tocaba en una cantina en Reforma. Cuando entré al lugar observé a un hombre muy alto con una larga barba improvisando al piano sobre algunos conocidos boleros. Me quedé escuchándolo un rato hasta que se fue su descanso. “¿Ulises Ursari? , le pregunté.  Me vio como intentado saber si me conocía o no. Supe que era él, me presenté y le conté acerca del libro que quería editar. Tenía unos ojos negros y un semblante que me recordó una foto de Rasputin.   “¿Sabes qué es Vurma?” me dijo, “eso es lo que te voy a contar”.