sábado, 12 de febrero de 2011

LA HISTORIA DE "LA COOPERATIVA LITERARIA"

La Cooperativa Literaria, versión lusitana.

José Ruiz, autor de  “La defensa de la palabra: las editoriales en el México posmoderno” escribe acerca de “La cooperativa literaria”, pequeña y fugaz casa editorial que fundó en los años 70.

“La cooperativa literaria no nació propiamente como un lugar para publicar literatura. Germán Gonzáles, mi hermano Roberto y yo editábamos  una pequeña revista de estudios de sociología y política en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. La revista se llamaba “Epojé” y era más que nada una publicación interna en la que los alumnos podían presentar algunos de sus trabajos. A finales de los años 60 en la UNAM, los estudios sociales estaban completamente impregnados de las ideas marxistas en boga, es por eso que nuestra revista llegó a parecer un compendio de propaganda socialista. Para algunos sociólogos la revista fue el ágora en el que se discutían sobre temas ríspidos como el estructuralismo o la estructura de las revoluciones científicas de Kuhn. Después de dos años de editar la revista, mi hermano, que  socializaba más con los “pachecos” de filosofía y letras, se cansó de tanta teoría y tanta discusión sociológica tan densa. Es por eso que comenzó a publicar una pequeña sección en la revista en el que incluía cuentos y poemas. Poco a poco la revista se convirtió en un híbrido en el que se podía encontrar lo mismo un ensayo acerca la “conciencia de clase” de Gramsci que un poema al estilo “beatnik de Azcapotzalco”.  Curiosamente, la parte de literatura comenzó a tener más éxito que la de estudios políticos y sociales. Es por eso que , con el apoyo de los de letras, mi hermano y yo fundamos una revista independiente de pura literatura. Germán se quedó con “Epojé” y nosotros llamamos a nuestra revista  “La Cooperativa Literaria”.

En “La Cooperativa Literaria” publicábamos a todos aquellos alumnos de la Facultad de Filosofía que sabían analizar un texto e interpretarlo de manera muy completa, pero que eran incapaces de producir algo original. A veces teníamos números llenos de “realismo mágico” literario, de émulos de García Márquez y de Carlos Fuentes. Otras veces, muy pocas de hecho, nos llegaban poemas larguísimos que parecían copias de una mala traducción de “Aullido” de Ginsberg. Al principio también publicábamos análisis literario pero llegó a ser demasiado aburrido leer un texto de 10 páginas acerca de Luis de Góngora y Argote.

Cuando cumplimos un año con la revista hicimos un concurso de cuentos en el que los textos ganadores fueron publicados en un libro. Ésta fue nuestra primer publicación como casa editora. La impresión fue financiada en gran parte por la universidad. Este hecho, posteriormente fue un problema porque la mayoría de los cuentos publicados resultaron ser de personas ajenas a la facultad de letras. De hecho, el que considero fue el mejor texto, lo había escrito un músico y periodista llamado Ulises Ursari. Su cuento se llamaba “El oso bailador” y era un relato acerca de su niñez y su padre gitano.  El cuento se incluyó en el libro pero, por presiones de la universidad, se le dio el primer premio a otro texto de un alumno de Filosofía.

En los seis años de existencia de la casa editorial, Ulises Ursari fue el autor que más publicamos.  Cuando fue a recoger los ejemplares impresos del libro de cuentos llegó con tres textos más escritos a mano. Dos de ellos se convertirían en las novelas “O Beng” y “Neshem” y el otro era una serie de cuentos que titulamos “Las historias de Gabor Janosh”.

Recuerdo que en un capítulo de Rayuela de Cortázar el que el escritor enfermo le pregunta a Oliveira que si escribe. Oliveira le responde: “no, para escribir se tiene que tener la certeza de haber vivido”. Cuando leí a Ursari me dí cuenta que se había ganado su derecho a escribir. Yo estaba seguro que en un momento dado Ursari se convertiría en famoso y podríamos presumir que nosotros lo encontramos. Sin embargo, los ingredientes que le dan a un escritor la fama son un poco de tesón y mucho de suerte. Ursari, como vería a lo largo de su vida por sus novelas autobiográficas, carecía de lo segundo.

La Cooperativa Literaria dejó de existir en 1976 debido a que no era sostenible en un país que comenzaba a presentar síntomas de una crisis en la cultura. En México tener una casa editora no es un negocio si no cuentas con el apoyo oficial. El último año me aferré con lo que pude para  incluir autores que estaban dentro de las “vacas sagradas” de la literatura mexicana. Creía que si conseguía que si lograba que   Rulfo escribiera una nueva novela, o Paz un libro de poemas para nosotros llegaríamos por la puerta grande. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano y nunca obtuvimos o generamos un escritor legitimado por la cúpula de poder. 
El último libro que publicamos fue de Ursari y era la adaptación literaria de su libreto de ópera. Irónicamente la obra se llama “Tet metav” que en español significa  “déjame morir”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario